El Concilio 

EL CONCILIO es una mezcla de realidad física y visionaria. Su pareja protagonista -tal vez amantes, tal vez monjes- se alza en quietud reverente, unida por un libro sostenido por sus manos como un Et sic in infinitum de Robert Fludd o Cuadrado negro de Malévich, que evoca el «punto cero» o lo que este último llamaba «supremacía del sentimiento puro» en el arte. Dicho libro es su alianza: una página abierta entre sus cuerpos por donde atraviesa un rayo de luz. Esa luz, que parece venir del cielo, nace también de la tierra: de un grupo de flores violetas dispuestas en cruz, las cuales brillan como joyas, corolas que son portales, miradas vegetales hacia lo eterno. Su verticalidad representa lo masculino y su horizontalidad, lo femenino. En su cruce, más allá de verse enfrentados, se elevan juntos. Detrás de ellos, un santuario se abre como un corazón vegetal. La luz cae dorada desde el techo, envolviéndolos en halos que los consagran. Es el templo donde el amor se vuelve palabra y la palabra, destino compartido. Unos iris junto a sus pies, son asimismo testigos de esta visión, intuición y misterio compartidos.