En SILENCIO. VIOLETAS, una mujer se sumerge en una meditación profunda, envuelta en un aura de misterio. Sobre su cabeza, una flor violeta, delicada y radiante, se erige como el chakra Sahasrara, canalizando la conciencia cósmica o "yo soy”. En su regazo, una copa rebosante de un líquido rojo brillante, a la vez vino y sangre, se convierte en un portal simbólico hacia el chakra Muladhara, núcleo de la vida y conexión con la tierra. El vaso, símbolo egipcio del corazón, representa la inteligencia y los sentimientos, y su contenido evoca la piedra filosofal, elixir de la inmortalidad, en el cual las violetas se bañan fértiles y amorosas. De su cabello largo y negro, fluye un bosque de árboles desnudos. Sus ramas se alzan desde las sombras como un homenaje al ciclo de la vida, muerte y resurrección. La relación de las violetas con la muerte y el misterio se manifiesta en rituales romanos y cuentos populares, mientras que en la tradición cristiana encarnan la humildad, al vincularse con la Virgen María y el renacer primaveral.