Como una flor encendida: Weyes Blood y la esencia de Malvina Fiore
Fotografía de Logan Westom
Hay noches que no se olvidan, porque son testigo vivo de que aún hay belleza, de que todavía existe el misterio.
Anoche, en Madrid, asistí al concierto de Weyes Blood, en el marco de su gira In Holy Flux Tour: The Resurrection. Un título que no podría ser más preciso, pues allí, bajo la bóveda de luces suaves y silencio contenido, algo en mí —íntimo y dormido— se abrió y volvió a la vida.
Cuando sonó God Turn Me Into a Flower, las lágrimas que brotaron en ese instante crearon un puente emocional invisible entre la música y mi pintura Entre las Azucenas, como reflejo de una verdad compartida, de una sensibilidad que trasciende disciplinas y que mi obra parecía haber estado esperando para completarse.
Como si una flor antigua se desplegara, lentamente, en el interior de mi pecho.
Malvina Fiore nace de eso. De lo que no puede explicarse. De lo que arde en el silencio cuando una revelación encarnada nos atraviesa desde flores y entrañas. Es casa para lo simbólico, lo sensible, lo inasible.
En Entre las Azucenas, la figura femenina no es vencida: es transfigurada. Como Narciso al volverse flor: flexible, viva, vulnerable sin rendirse.
Esa flor es emblema del espíritu que recorre mi obra: rendirse a lo frágil sin apagarse. Ser suave en un mundo que endurece. Ser raíz y llama.
En palabras de Natalie: “Una flor es algo flexible, suave, que puede lidiar con los cambios del mundo”. Y también: “Buscamos fuera lo que siempre estuvo dentro”.
Mientras su voz —terrestre y etérea a la vez— se desplegaba como un manto, los asistentes fuimos transportados a un espacio donde la conexión humana y la introspección se volvieron protagonistas. Silenciosos, devotos. Mi corazón, como en el arte, se iluminó grácilmente en la oscuridad.
La música de Weyes Blood me confirmó algo que ya intuía: que en la profundidad de lo femenino, en la oscuridad que sostiene, hay lugar para que el alma respire.
Malvina Fiore no se mueve por tendencias ni por certezas. Se mueve por revelaciones. Por lo que acontece cuando el arte toca una verdad interior.
Al salir, la ciudad era más difusa. Pero dentro de mí, una promesa luminosa brillaba ante la posibilidad de sentir algo puro.
Como una flor encendida en mitad de la noche.
En mi galería puedes descubrir Entre las Azucenas, donde esa transfiguración se hace imagen.